Regional
Crónica
Social
08/04/2025
Me pasó hace unos días, en un semáforo, cuando quedé tercero en la fila esperando que cambiara a verde. Desde ahí vi cómo un hombre en muletas se acercaba lentamente al primer auto. El conductor no se inmutó. El vidrio seguía arriba. Pensé que quizás el segundo mostraría otra actitud. Pero no, se notaba su mirada fija al frente, como si ignorarlo fuera una forma de defensa. Y entonces, el hombre se acercó a mí.
Bajé el vidrio y lo saludé con una simple pregunta: “¿Qué te pasó en la pierna?” Le faltaba una, y sin pensarlo, me contó su historia. Un asalto, una escopeta, su vida como camionero y, aún así, una sonrisa en el rostro. Una broma tras otra, en los breves segundos que compartimos antes de que cambiara la luz. Me dejó con el corazón apretado. ¿Cómo alguien que ha perdido tanto puede tener esa actitud tan liviana frente a la vida?
Por eso, no se trata solo de dar una moneda o no. Se trata de mirar, de reconocer, de entender que detrás de cada persona que vemos en la calle, hay una historia, muchas veces dura. Esa capacidad de conectar con otros, incluso en la rapidez de una luz roja, es la que nos hace humanos. Pero parece que a muchos se les ha olvidado. Vivimos encerrados en nuestras burbujas, apurados, desconfiados, a veces incluso soberbios.
No estoy diciendo que todos tengan que abrir la billetera en cada esquina, pero sí que al menos abramos los ojos. Que no actuemos como si esas personas no existieran. Cada malabarista, cada músico, cada mujer con un niño en brazos o un anciano rodeado de perros, carga con un pasado que merece ser reconocido. No para compadecer, sino para comprender.
El semáforo cambió a verde y seguí mi camino. Me marcó la actitud de ese hombre alegre, resiliente y humano. Y me quedó dando vueltas una pregunta: ¿cuántas veces he sido yo el que no bajó el vidrio? Quizás, nos falta eso, bajarlo más seguido. No solo para escuchar, sino para mirar al otro como lo que es, un ser humano, con todo lo que eso implica.
La anterior opinión/reflexión es personal, si te gustó, dale like y comparte.
Autor: Máximo Martínez Campos