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Crónica
20/09/2025
Es natural prender la radio y dejar que suene de fondo mientras uno hace cualquier otra cosa. No importa si es cocinando, trabajando, o en el auto atrapado en un taco, la radio tiene esa capacidad mágica de acompañar sin interrumpir. Y lo curioso es que, pese a los avances tecnológicos y la avalancha de plataformas digitales, sigue viva, cercana, fiel a una tradición que en Chile tiene más de un siglo de historia.
La primera transmisión ocurrió en 1922, y desde entonces, la radio ha estado presente en los momentos más decisivos, elecciones presidenciales, mundiales, festivales, y en las grandes catástrofes. En su momento los radioteatros reunían a las familias, los programas musicales que marcaron generaciones.
Detrás de cada voz al aire hay un engranaje que sincroniza de manera silenciosa y coordinada: periodistas, controladores, editores, programadores, técnicos. Todos cumplen un rol para que ese boletín salga puntual, para que el pronóstico del clima llegue a tiempo o para que la música suene impecable. Y lo hacen sin descanso durante todo el año.
Hay algo que la radio ofrece y que otros medios no han logrado replicar, la confianza. No es lo mismo leer en RRSS que escuchar la voz de una locutora conocida relatando lo que ocurre en ese preciso minuto en el lugar de los hechos. Esa mezcla de inmediatez y humanidad genera una credibilidad difícil de igualar. La radio no compite contra las RRSS; más bien, la complementa con cercanía y calidez, con el ritmo de una conversación que se dirige a uno.
Por eso, cada 21 de septiembre vale la pena recordar a quienes hacen posible que la radio nunca se apague. El Día del Trabajador Radial, instaurado en 1942 y oficializado en 1991, es un reconocimiento a esos profesionales que, con talento y disciplina, siguen construyendo un puente invisible entre las noticias y la gente, entre la música y la memoria, entre la soledad y la compañía. Quizás por eso la radio no pasa de moda, porque más allá de las frecuencias y las plataformas, lo que transmite es la voz más humana y cercana.
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Autor: Máximo Martínez Campos