Consumir mieles locales: el superalimento que contribuye al desarrollo sostenible desde el territorio

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08/08/2025


Es un recurso natural milenario, hay cientos de tipos y es de larga duración, posee propiedades que distintas culturas han aprovechado en múltiples usos a lo largo de la historia y confieren rol de superalimento, y es producto de una especie fundamental para sostener la biodiversidad y producción de alimentos, y la producción en Chile y Biobío contribuye a territorios locales y se destaca en el mundo.

El Día Nacional de la Miel se celebra el 6 de agosto para relevar tanto bondades de la dulce sustancia que producen las abejas mientras contribuyen a la polinización, vital para que se reproduzcan plantas que son base de ecosistemas naturales y agrícolas, como el rol de la apicultura en los territorios, incentivando el consumo y desarrollo local.

Y tenemos un contexto regional de valiosas oportunidades e importantes desafíos que aborda el médico veterinario, apicultor y presidente de Apiconce A.G. Camilo Ruiz, también docente de Medicina Veterinaria de la Universidad de Concepción (UdeC).

De Biobío al mundo

Según el último reporte, en Chile son 11.583 apicultores que se dedican a diferentes escalas a la labor. En Biobío está cerca del 11% de la apicultura nacional y asegura que se distribuye de la costa a la precordillera y desde pequeña a mediana y gran escala, con diferentes trabajos con las abejas como obtener productos y prestar servicios de polinización en huertos y frutales.

Desde allí releva que “la masa de apicultores con mayor cantidad de colmenas se encuentra en la zona de Santa Bárbara y Los Ángeles, por condiciones climáticas y vegetaciones que hacen favorable la producción apícola y prestación de servicios de polinización”. Datos indican que en la provincia del Biobío está 70% de la labor apícola y producción de miel regional.

“En la Región hay varios tipos de mieles que destacan y son únicas a nivel mundial”, sostiene. De hecho hay una creciente demanda internacional que supera a la nacional.

La posición geográfica aislada del país ha permitido el desarrollo de vegetaciones particulares en el territorio y orígenes del producto con características distintivas, destaca.

Al respecto, explica que hay mieles monoflorales y multiflorales que varían en coloraciones, aromas, sabores y texturas. En las primeras destaca “miel de Avellano, Quillay y Tineo, entre otras”. Otras son producto de varias floraciones en los territorios, aunque reconoce que “son poco difundidas por no conocer la totalidad de floraciones presentes”.

De impactos a desafíos

Ruiz resalta que la apicultura en sus distintas escalas impacta las economías familiares de productores y locales, y al medioambiente porque ser ecoamigable y la polinización que amplifica su impacto económico. “Gran cantidad de cultivos y vegetaciones resultan polinizadas por el servicio ecosistémico que brindan las abejas”, precisa.

Como actividad se debe resguardar e impulsar, juega un rol clave para fomentar la biodiversidad y el desarrollo sostenible, vital en un escenario global de crisis sociales y ambientales.

Aunque por eso enfrenta varios problemas. “Los desafíos están vinculados al entorno, las normativas y la comercialización”, sostiene.

Cambio del uso de suelo, crecimiento urbano, basureros clandestinos, deforestación, uso de agrotóxicos e incendios forestales están degradando los ecosistemas, con sus cursos de agua y vegetaciones de las que dependen animales e insectos como las abejas y pone en riesgo su supervivencia, interfiriendo con la actividad apícola, que también ve restringido su espacio.

“Para un pequeño productor rural se vuelve difícil optar a cumplir normas que habiliten para realizar ventas en el mercado local de manera formalizada con la resolución sanitaria correspondiente”, advierte el apicultor. “Se suma a crecientes requerimientos de compradores de miel a nivel internacional que cada vez solicitan mayor cantidad de cumplimientos de normativas, que genera un encarecimiento de la producción”.

Y el poco consumo local complejiza la venta en nuestros mercados. “El consumo nacional de miel no supera los 800 gramos per cápita, bastante bajo en relación con países que compran mieles chilenas”, afirma.

Ante ello enfatiza la necesidad de generar un trabajo colaborativo multisectorial que permitan fomentar el consumo e impulsar la apicultura local y el desarrollo sostenible desde los territorios.

Miel de calidad

Los apicultores deben cosechar la miel y envasar cuidadosamente para mantener sus condiciones naturales e inocuidad. Aunque su adulteración, añadiendo componentes para aumentar volumen y ganancias, es un problema que afecta a consumidores que compran un producto sin la calidad deseada y es otro desafío que amenaza a la apicultura local.

El apicultor Camilo Ruiz asegura que para tener certezas de la procedencia y calidad es fundamental comprar a productores o en comercio establecido, porque permite disponer de información y resolver dudas sobre la forma de desarrollar apicultura o la miel adquirida.

En Biobío, con su apicultura y mieles destacadas en el mundo, hay múltiples oportunidades de comprar a productores (directa e indirectamente) para asegurar la calidad y contribuir a la economía y desarrollo local. “El apicultor o apicultora podrá continuar desarrollando la labor apícola, lo que generará impacto en las economías y en los entornos locales”, sostiene.

Visualmente podría ser difícil identificar una miel pura de una adulterada. Ante ello hay distintas acciones básicas que expertos sugieren a consumidores.

Hay que leer la etiqueta del producto y si tiene otros ingredientes añadidos como azúcares: si aparecen no es pura. Además, si parece demasiado líquida o uniforme puede estar adulterada; la miel pura tiende a cristalizarse con el tiempo (volverse masa sólida o granulada). El precio podría ser una señal, una miel adulterada será más barata que una pura.

Y para preservar por largo tiempo la miel y su calidad es importante manipular y almacenar correctamente para evitar contaminación y humedad. Las recomendaciones son no usar misma cuchara que en otros productos, contener en envase bien cerrado, y guardar en lugar fresco y oscuro.

El súper producto que dan las abejas

Las diversas mieles se unen en su poder edulcorante y cualidad de ser alimento funcional por sus propiedades bioactivas que se aprovechan en usos culinarios y también medicinales y cosméticos.

“La miel es rica en carbohidratos (80 A 90 gramos por 100 gramos de producto) y agua (20%). También posee proteínas (1%), vitaminas B1, B2, B3, B6 y C (baja cantidad) y minerales como potasio, calcio, fósforo, hierro y zinc (baja cantidad), y compuestos bioactivos del tipo polifenoles, flavonoides y enzimas”, detalla el nutricionista Rodrigo Buhring, académico del Departamento de Salud Pública de la Universidad Católica de la Santísima Concepción (Ucsc). Los carbohidratos se constituyen principalmente por las formas de azúcares fructosa (38%) y glucosa (31%), precisa.
Los componentes nutricionales tienen diversas actividades biológicas y beneficios.

Por sus azúcares está su característico dulzor, con poder edulcorante superior a la azúcar refinada, permitiendo endulzar distintos tipos de preparaciones.

Y hay una gama de propiedades. “La evidencia demuestra efectos beneficiosos del consumo regular de miel, fundamentalmente acción antioxidante, antimicrobiana, antiinflamatoria, prebiótica, cicatrizante y calmante para tos y dolor de garganta”, destaca el profesional.

Aunque no es medicamento, sino producto natural con funciones que pueden ayudar en tratamientos de ciertas condiciones. “Lo más conocido es el uso para alivio de la tos en niños mayores de 1 año y de molestias digestivas leves”, afirma.

Consumo sano y seguro

Para aprovechar las bondades hay que verificar que es miel pura y tener un consumo adecuado.

El nutricionista aclara que ante ciertas condiciones se altera la composición, y se pueden reducir y hasta perder sus propiedades funcionales, como someterla a alta temperatura. Por ello es ideal no calentarla sobre 40°C y evitar añadir a bebidas muy calientes, afirma.

Y debe ser una inclusión regular y moderada por sus azúcares, cuyo exceso aumenta el riesgo de desarrollar o exacerbar condiciones metabólicas y patológicas como obesidad, resistencia a la insulina y diabetes. Las guías alimentarias sugieren que personas sanas consuman 1 a 2 cucharaditas al día, aunque puede variar o limitarse por factores individuales como nivel de actividad física o estado de salud.

Por eso Buhring llama a incorporarla en un esquema de alimentación sana, variada y equilibrada. “Por ejemplo en deportistas es una buena fuente de energía y en adultos mayores podría favorecer la respuesta inmunológica a cuadros virales que provocan resfrío común”, resalta.

Aunque hay grupos que deben tener cuidados especiales.

Personas con resistencia a la insulina y diabetes deben cuidar el consumo por los azúcares que incrementan la glicemia. Y la deben evitar quienes padecen alergia al polen y a productos de la colmena.

Y recalca que niñas y niños menores de 1 año no deben consumir miel por su sistema inmune inmaduro y el riesgo de presencia de la bacteria que causa botulismo infantil, grave y potencialmente mortal.





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