La solidaridad es una palabra grande, que suele ser algo bien sencillo, es mirar al lado y no hacerse el leso. Cada uno le da su propio sentido según la vida que le ha tocado, para algunos es una forma de liberarse, para otros una carga emocional, para otros casi una necesidad de sentirse útiles. Pero, al final del día, lo que de verdad importa es que alguien recibe ayuda que no tenía.

En Chile, uno de los momentos en que esa idea se hace más visible es la Teletón. Cada año se nos invita a “ponernos” para que niños que nacieron con una malformación, sufrieron un accidente o una enfermedad compleja, puedan recuperarse y aprender a moverse de nuevo. Es duro decirlo, pero la campaña nos recuerda que hay familias que viven todo el año en una realidad que la mayoría solo ve por televisión.

Siempre aparecen detractores, señalando que es lavado de imagen, que las marcas rebajan impuestos, que los rostros se suben al escenario para mantenerse vigentes. Algo de todo eso puede haber, no voy a decir que no. Pero la verdad es que, mientras discutimos en redes sociales si la campaña es pura pantalla o no, hay niños que están aprendiendo a caminar, a mover una mano, a volver a escribir su nombre.

Es triste que en 47 años el Estado chileno todavía no haya construido un sistema robusto que garantice esa rehabilitación sin depender de una maratón televisiva. Podríamos hacerlo vía leyes, impuestos, presupuesto; es cosa de voluntad política. Y nadie más que esos niños y sus familias sabe con certeza cuánto les ha cambiado la vida esta obra, más allá de logos, marcas y animadores.

Sii a alguien no le hace sentido la Teletón, no está obligado a emocionarse ni a donar. Mejor no verla, y no tirar odio por algo que, en la práctica, no le afecta directamente. Al resto, a quienes todavía creemos que la solidaridad tiene magia y responsabilidad, nos queda seguir ayudando como podamos. Y, agradecer que hoy podemos estar del lado de los que ayudan, y no del lado de los que están rogando una rehabilitación.

La anterior opinión/reflexión es personal, si te gustó, like o repostea. 

Autor: Máximo Martínez Campos